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Llena de  alegría recoger los frutos del huerto y antes contemplar la belleza y luminosidad de sus vivos colores, reflejo de su contenido en nutrientes y fitoquímicos surgidos de esa mágica alquimia entre el sol y la tierra.

Llena de plenitud y satisfacción ser parte creativa de ese proceso de la naturaleza, desde la idea, la planificación, la puesta en marcha y todo el esfuerzo y trabajo que supone cultivar un huerto, por pequeño que sea, con todos sus retos y tareas.


Tras un año de aprendizaje y primeros pasos en agricultura regenerativa, comparto los primeros frutos llenos de amor y sueños. Semillas de un deseo de una humanidad mejor, más coherente y consciente, convertidas en frutos ahora realizados.

Cada uno a su escala, pequeños cambios que repercuten y benefician a todos.

        

 

 

 

 

 

 

 

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